La vivencia de un orgasmo no siempre es tan placentera como podríamos suponer. En algunos casos puede convertirse en una verdadera tortura.
Ahora nos encontramos con que la ansiada respuesta orgásmica, que pareciera indefectiblemente ligada al placer, se puede convertir en una terrible fuente de sufrimiento. Eso les ocurre a las mujeres que padecen el Trastorno Persistente de Excitación Genital (TEGP), también llamado Síndrome de Excitación Sexual Persistente (PSAS). Preferimos el primer nombre, que hace referencia a lo genital, ya que la excitación en estos casos no tiene significado sexual. Las mujeres sufren los orgasmos, sí, sufren, esa es la palabra, aunquen parezca mentira. Para ilustrar el tema vamos a comentar un caso.
No suelen ser muchos los casos que se presentan o por lo menor los que se reportan, entre las mujeres que hemos atendido en el Instituto Espill, encontramos que consultar y asumir el problema, les supone ya una dificultad, muchas veces por la misma vergüenza o miedo a no ser comprendidas.
Hoy nos gustaría dedicar este post a Ph.D. Barry Komisaruk colega y amigo de la Universidad de California y Universidad de Rutgers, que ha investigado el orgasmo femenino por más de 30 años, uno de los investigadores más importantes del mundo en el tema del orgasmo.
El profesor Komisaruk nos acompañó en las Jornadas del Máster de Sexología UNED-ESPILL contándonos algunos de sus casos, por lo que nos parece interesante hacer referencia a alguno de ellos en este post.
Este es su relato: “Ella estaba muy deprimida y desesperada porque en cualquier situación podía sufrir las consecuencias del trastorno. Le podía ocurrir andando por la calle, en el coche, haciendo las tareas domésticas, llevando a los niños al colegio. Cualquier movimiento de la pelvis podía desencadenarle un orgasmo. Su excitación descontrolada para nada se relaciona con la estimulación sexual y la percibe de forma muy incómoda y desagradable. La cantidad de orgasmos la dejaban en muy mal estado físico y psicológico. Produciéndole una sensación de incoherencia y falta de control, al no estar relacionados los estímulos con la respuesta genital que le da su cuerpo”.
Como se puede deducir, esta mujer lo está pasando muy mal. Hay que reconocer que en su situación es difícil llevar una vida normal, ya que el orgasmo le puede sobrevenir en los momentos más inoportunos, sin que pueda hacer nada por evitarlo. Es como si el mecanismo de respuesta orgásmica se hubiera estropeado, poniéndose en marcha una vez tras otra sin discriminar los estímulos. Para que nos hagamos una idea, recuerda el mecanismo de la sucesión de estornudos generados por las alergias. También muy desagradables e inoportunos, pero ciertamente más llevaderos. En el caso del TEGP las consecuencias son nefastas. De hecho, esta mujer ha perdido por completo el deseo y no quiere saber de relaciones sexuales. Eso le hace sentirse muy mal, porque quiere a su pareja y siente mucho no poder compartir sexo con él. Además, ante el temor de que el orgasmo la sorprenda en cualquier situación social, se ha recluido y está sumida en estado depresivo.
No se sabe muy bien cuál es la causa de este grave problema. El profesor Komisaruk ha publicado un reciente trabajo en el Journal of Sexual Medicine, en el que lo relaciona con la presencia de quistes de Tarlov. La mujer del caso al que hemos hecho referencia tenía este tipo de quistes y eso motivo la investigación en ese sentido. Resultando que el 66 de las mujeres de su estudio presentaban esas pequeñas protuberancias en la columna vertebral. Cifra muy alta si se compara con que sólo el 9 por ciento de las personas en la población general tiene estos quistes. Aunque esto no resuelve la incógnita, ya que hay otras mujeres que presentan el trastorno de excitación genital persistente (TEGP) y no tienen esos quistes; y personas que tienen esos quistes y no tienen el síndrome. Por eso algunos autores apuntan también a algún tipo de lesión traumática que pase desapercibida y que solamente afecte a la respuesta orgásmica genital.
Por otro lado, no se tiene referencia de que el trastorno lo sufran los hombres; y no se sabe cuántas mujeres pueden padecerlo. Se sospecha que hay casos que no salen a la luz por desconocimiento, vergüenza, miedo a la incomprensión y al rechazo. Por eso nos hemos planteado este post, para ofrecer información y animar a las personas que están sufriendo en silencio. Queremos animarles para que busquen ayuda y consulten su caso.
¿Habías oído hablar del trastorno de excitación genital persistente? ¿Conoces algún caso? ¿Cómo te imaginas vivir una situación así?
MARIA PEREZ CONCHILLO